Historias olímpicas: Wilma Rudolph, la gacela negra
Este texto forma parte del libro «50 Grandes Momentos de los Juegos Olímpicos«, publicado en 2012 por Ediciones Al Arco, y auspiciado y repartido de manera gratuita por el Ministerio de Educación de la Nación en las escuelas primarias públicas. También podés leerlo online haciendo clic aquí.
El caso de Wilma Glodean Rudolph es el mejor ejemplo de lo que puede lograr el amor de la familia, primero; y la enorme fuerza de voluntad personal, después.
Ni el más optimista de sus hermanos, ni sus valientes padre y madre, ni la propia protagonista de esta historia se imaginaron jamás que ella llegaría a tener un lugar destacado en la historia olímpica. Pero ocurrió.
En medio de la absoluta pobreza, el matrimonio de Ed y Blanche Rudolph, dos humildes trabajadores, encontraba la más absoluta felicidad trayendo hijos al mundo. En total fueron ¡22!
El 23 de junio de 1940, en Clarksville, Tennesee, llegó de manera prematura Wilma, el bebé número veinte de la pareja. Solo pesaba dos kilos. Para colmo, la segregación racial le impedía a Blanche ser atendida en el hospital local, exclusivo para blancos. La tenacidad de Wilma, virtud que la acompañaría toda su vida, y el coraje de sus
padres le permitieron sobrevivir a todas las circunstancias y escollos que le puso la vida.
En su infancia, la niña coleccionó enfermedades, pero lo más complicado de sobrellevar fue cuando antes de cumplir los 5 años, contrajo poliomelitis. Las consecuencias fueron nefastas, ya que le dejó inmóvil la pierna izquierda. No podría volver a caminar, según el primer diagnóstico médico.
Ed y Blanche no iban a darse tan fácilmente por vencidos. Imposibilitados de acceder al hospital local, Wilma y su madre viajaron 70 kilómetros para que la pequeña hiciera rehabilitación en la Universidad Fisk, en Nashville. Lo hicieron dos veces por semana, durante dos años, hasta que la niña logró volver a caminar, con la ayuda de un aparato especial que le sujetaba la pierna. Llegado aquel punto de rehabilitación, pudo continuar el tratamiento en su hogar. Los Rudolph desbordaban de alegría.
Durante los siete años posteriores, Wilma contó con el apoyo y aliento inquebrantable de sus hermanos. La dedicación y el cariño fueron la mejor cura. A los 12, volvió a caminar con normalidad.
En su adolescencia comenzó a interesarse por el básquetbol y el atletismo. Más tarde, se dedicó solo al segundo. Cuando Wilma logró clasificarse para los Juegos de Melbourne 1956, Ed y Blanche lloraron de alegría. La experiencia en tierras australianas fue muy buena. No pudo competir en la final de los 200 metros, pero colaboró en la obtención de una medalla de bronce, en la posta 4×100 m.
Cuatro años después, Rudolph se clasificó sin inconvenientes para disputar las pruebas de 100 y 200 metros en la cita olímpica de Roma 1960.
Su temple, dedicación y constancia le permitieron llegar a la capital italiana con chances reales de ganar las competencias, algo impensado diez años atrás, cuando dependía de una ayuda ortopédica para mantenerse en pie.
Y entonces Wilma tuvo su merecido encuentro con la gloria. Logró la medalla de oro en los 100 y 200 metros, y a su enorme proeza le sumó otra consagración en la posta 4×100, lo que le permitió convertirse en la primera estadounidense en lograr un triple título olímpico.
Rudolph gana los 100m en Roma 1960:
Rudolph gana los 200m en Roma 1960:
Su regreso a Clarksville se convirtió en un hecho histórico. Algunas versiones indican que el desfile de bienvenida unió en las calles, por primera vez, a negros y blancos, y se convirtió en el primer acontecimiento multirracial de la ciudad. Wilma aprovechó esa situación para convertirse en un símbolo de la lucha contra la discriminación racial.
Al año siguiente, batió el récord mundial en los 100 metros (11s3/10) y se convirtió en la mujer más rápida del mundo, lo que le valió el apodo de Gacela negra.
Murió el 12 de noviembre de 1994, como consecuencia de un tumor cerebral, pero Wilma Rudolph ya era inmortal hacía rato.
De paralítica a triple medallista olímpica de oro en apenas una década. Un ejemplo de vida.