La primera función de Federer en la Argentina, entre la devoción por el ídolo y el desencanto organizativo
“Roger Federer es John Lennon”, graficó José Luis Clerc en la conferencia de prensa previa a estas exhibiciones con Juan Martín del Potro. Y no exageró.
Después de su más que entendible raíd social, finalmente anoche Roger Federer jugó al tenis en la Argentina, tal vez en su primera exhibición al aire libre en toda su carrera.
Dame Pelota tuvo el enorme honor de ser uno de los escasos blogs acreditados a semejante evento deportivo, en lo que corona un año inolvidable para el sitio.
Lo más sorprendente que arroja el balance deportivo del primer partido exhibición, válido por la Copa Claro Nokia, es la claridad que tiene el suizo para comprender qué quiere el público, cuándo lo quiere y cómo lo quiere: ante un globo de Delpo, Roger no dudó en clavar una “Gran Willy”, cuando desde una punta a la otra le mandó una pelota a las manos a un ball boy y el público lo ovacionó, repitió esa acción cinco veces, para delirio de los espectadores.
Incluso, Roger se vistió de director de orquesta para hacer rugir cada una de las cuatro cabeceras, a cambio del regalo de una pelotita para quien más grite.
El hombre se sabe el centro de la escena y se hacer cargo, sin perder jamás su simpatía y su respeto. Crack dentro y fuera de la cancha. Perfecto desde donde se lo mire.
Justamente respeto le faltó a varios espectadores, que pagaron una entrada de 500 pesos o de hasta 2000, para interrumpir al menos una vez por game para gritarle cosas a Roger o a Delpo, algunas ingeniosas y otras de mal gusto, innecesarias, que lo único que provocó fue que de la sonrisa cómplice inicial, ambos jugadores pasen a ignorar las voces, sobre todo el suizo, que hizo gestos claros de que prácticamente no entendía nada de lo que decían.
No fue una noche perfecta la de ayer en el estadio Pipa Tigre, más allá de la calidad de las estrellas del escenario.
Una serie de inconvenientes organizativos no sólo provocaron malestar entre los espectadores, sino también temor, cuando un par de tablones de la platea alta del sector A “trabajaron”, los bulones “se acomodaron” y el movimiento de esa tabla no sólo asustó a más de un centenar de personas, sino que hasta provocó que dos personas sufrieran heridas menores.
Jorge Rial, conductor del evento, intentó calmar los ánimos y fue peor. Para colmo, la televisación de América no tuvo mejor idea que poner un video en las pantallas gigantes del estadio, donde el primero en aparecer fue el Intendente de Tigre, Sergio Massa, quien fue abucheado por las cuatro tribunas. Más tarde hablaron distintos deportistas (Sabatini, Maradona, Lucha Aymar, Ginóbili, Pichot…), ante los aplausos de la gente, pero instantes después ingresó el juez federal Norberto Oyarbide, insultado, centro de varias bromas e incluso agredido cuando decidió irse.
Ante una situación compleja y peligrosísima, como puede ser la posible rotura de una estructura que aloja a miles de personas, la organización primero demoró el inicio del partido por más de una hora (estaba previsto para las 20.30 y comenzó 21.45). Y aquí apareció una falla que lamentablemente es común en la Argentina: la improvisación. Los que tenían tickets en la zona afectada fueron enviados enfrente, al sector C, que terminó rebasado de gente, y sin espacios libres en accesos, pasillos y escaleras.
Un párrafo aparte merece la pésima calidad de la conexión a internet, un tema que aún no saben resolver las empresas del rubro, en este caso Claro. No había manera de conectarse y de trabajar desde el estadio, que tampoco cuenta con pupitres para que la prensa escrita trabaje con mayor comodidad, y no con sus netbooks sobre sus rodillas. Sólo era posible enviar los textos desde la carpa de prensa, donde ayer no hubo televisores para seguir las instancias del juego.
Para la estadística queda el 3-6, 6-3 y 6-4 final a favor de Del Potro, en casi una hora y media de juego. Más temprano, José Luis Clerc no tuvo piedad ante Guillermo Vilas, a quien venció 6-2 y 6-1 en un suspiro.
Para hoy están anunciadas las revanchas, no sólo para los tenistas, sino también para los organizadores, que tienen la posibilidad de reivindicarse y corregir todo lo que se hizo mal anoche, sobre todo en un aspecto que también es, desgraciadamente, algo habitual en la Argentina: la improvisación.