1/32 + 2
Llevo dos (2) días intentando pulsar el ambiente que ha dejado la victoria sobre Honduras (1/32) en mis compatriotas y no me está siendo nada fácil: un tupido velo de desasosiego y pesadumbre por la situación económica, el paro, los despidos, la reforma laboral y la crisis, deja que las camisetas y las banderas afloren apenas un par de horas antes de cada partido de nuestra selección.
Creo que esta apatía se transmite de manera recíproca de los conciudadanos a la selección nacional y vuelta, cerrando un círculo que de momento deja poco lugar a la esperanza. ¡Qué triste vernos en esta situación! Pero, ¿tan trágico es? Tenemos por delante nuestro particular partido de “dieciseisavos de final” frente a Chile, piedra de toque fundamental que marcará ese empujón, ese escalón del que hablaba el corresponsal en el país andino, para constatar nuestras verdaderas capacidades. También tengo que decir, que en mi humilde opinión la gente de este país no se va a lanzar hasta que superemos los cuartos, cruce en el que históricamente la selección juega como nunca y pierde como siempre.
De hecho la situación está tan enrarecida que los periodos entre partido y partido se dedican a analizar las declaraciones del anterior seleccionador, a comparar estilos de juego, a que si llamar “la roja” a la selección tiene ciertos tintes políticos, que si hemos disparado 49 veces para conseguir dos goles (este ha sido el único análisis futbolístico imparcial coincidente en varios medios), que si la novia del portero, que si los compañeros de profesión de la novia del portero… mucha mierda y poco fútbol.
Tan sólo poco más de un día hasta que mañana por la tarde (hora española) tengamos una respuesta.
No sé si los que rezan pedirán suerte o justicia…