Cómo es correr 21K en Bogotá, a 2600 metros de altura
Les comparto mi experiencia en la 16º Media Maratón de Bogotá, Colombia. Publicada en LNCorre.
BOGOTÁ (Colombia).- Hasta el último domingo no había corrido a 2600 metros sobre el nivel del mar. Ni 5 kilómetros, ni 10. Mucho menos 21k. Pero cuando me dijeron que debía viajar a Colombia, a cubrir para LN Corre la Media Maratón de Bogotá, no dudé en inscribirme y vivir esa experiencia desde adentro.
Tampoco había sentido el cosquilleo que genera formar parte de una prueba atlética en el exterior. Entonces, esta nueva escala de las BoostGirls de adidas también me permitió eso.
La altura. Ante la imposibilidad de haberme entrenado en condiciones similares, o bien llegar a destino al menos dos semanas antes, seguí el consejo que me dio el exatleta de elite y actualentrenador colombiano Will Vargas: no dejarse llevar por el entusiasmo de sentirse más liviano en la largada y «escuchar» al cuerpo kilómetro a kilómetro. «Es una carrera progresiva», anticipó. Como todo en la vida, si uno le tiene respeto a la altura, la altura puede ser, incluso, nuestra amiga. Confieso que no me me agité más de lo frecuente, ni me faltó el aire, ni me cansé. Lo único diferente que viví fue en los últimos 4k, en los que me pesaban mucho los pies. Los sentía hinchados, como puede experimentarse en cualquier vuelo de avión.
El marco. Desde las viejas «maratones» populares Carrefour de fines de los 90 y comienzos de los 2000 que no participaba de una prueba tan multitudinaria. Fuimos 15.000 los que corrimos 21k y casi 30.000 los que se animaron a los 10k. La energía se sintió en todo momento, y más cuando menos de una hora antes de la largada se escucharon los acordes del himno nacional colombiano y el público entonó sus estrofas. Emocionante. El único punto opaco de la organización fue que a minutos de largar, unos 300 inadaptados lograron colarse a la zona vip de la largada, lo que provocó un momento de tensión muy inoportuno.
El circuito. Suele decirse que la mejor manera de conocer una ciudad es corriendo sus calles, atravesando sus arterias al trote y dejarse sorprender por el entorno. Y este caso no fue la excepción. Bogotá es una ciudad que atrapa y enamora. Y entonces, el imán de mirar constantemente el hermoso cerro de Monserrate da paso a la primera subida de una carrera plagada de falsos planos, allá por el kilómetro 2, en el cual uno mira para la izquierda y aparece el imponente estadio El Campín. Y desde el kilómetro 4 impacta la Torre Colpatria, que con sus 50 pisos y sus 196 metros es el edificio más alto de Colombia. Y entre el 7 y 8, surgen a la derecha el Museo y el Parque Nacional. Y en el 11, rodeamos el centro financiero. Y en el 15 nos acompaña el espectacular sistema de transporte público llamado Transmilenio, en el que se inspiraron para construir nuestro Metrobus. Y cuando en el kilómetro 18 el cansancio aparece, nada mejor que dejar que pase el tiempo viendo las vidrieras de diversas mueblerías, una junto a la otra como en nuestra avenida Belgrano. Y qué mejor para la cabeza que, a un kilómetro de la llegada, distraerse con la montaña rusa, el popular Samba y otras atracciones del parque de diversiones ubicado en uno de los límites del Parque Simón Bolívar, antes de divisar el arco de llegada y disfrutar de ese momento único e irrepetible de cada fin de carrera.
Good Will Running. En el kilómetro 11 apareció Will Vargas. Mientras yo controlaba mi respiración y estaba muy atento a que ningún esfuerzo me afecte en lo físico, él iba al trotecito, charlando como si nada. Sólo le faltaba sacar un mate y los bizcochitos. Un fenómeno. Sobre el final, pagué caro el placer de compartir tres kilómetros junto a él, a su ritmo. Pero no me lo quita nadie.
De calambres y molestias. En el kilómetro 15 sentí que se me endurecía el gemelo derecho, y en el 20 se me acalambraron los dos cuádriceps. En ambos casos, la incomodidad se me fue repitiendo una frase sabia: «No duele, ya pasa. No duele, ya pasa».
Llegamos. Es difícil explicar con palabras lo que se siente al cruzar la línea de llegada de una carrera. Y acá da lo mismo dónde fue la prueba y cuál fue su distancia. En mi caso, el hecho de haber corrido por primera vez en la altura y fuera del país me provocó mucha emoción y la satisfacción de haber podido superarme, que al fin y al cabo, de eso se trata. Besé mi medalla y elongué más que nunca.
La recuperación. Tras una ducha relajante de agua helada de la cintura para abajo y un posterior almuerzo para recargar energías, llegó la hora de armar la valija y emprender el retorno a casa. No es para nada recomendable dormir en un avión la noche posterior a una media maratón, pero fueron las reglas del juego. La recuperación fue impecable, salvo un leve adormecimiento en los dedos del pie izquierdo que, en la noche del martes, todavía no se iba. Mientras confirmo que terminé en el puesto 9751 de 15.000, con un tiempo oficial de 2h38m28s, miro de reojo que ya se abrió la inscripción para los 21k de Bogotá de 2016, que serán el 31 de julio del año próximo Y me ilusiono con volver a correrlos….