El capricho de Carrizo
Juan Pablo Carrizo es, para el criterio de quien esto escribe, el mejor arquero argentino de la actualidad.
Sin embargo, le juega en contra algo que para él, y para muchos, es una herramienta a favor: su enorme confianza en sí mismo.
JP sabe jugar con los pies y con las manos. Es un arquero con personalidad. Se hacer cargo del peso de la mochila de sus macanas y se lo nota un líder innato del plantel que integre.
Pero Carrizo está encaprichado: no quiere cambiar su forma de ser. Aún cuando haber parado de pecho un remate desde lejos en Italia le haya provocado la pérdida de la titularidad en Lazio, y su posterior cesión a préstamo, él no cambia.
El domingo, después de cometer el tercer error personal que derivó en gol rival (intento de cabezazo ante All Boys que terminó en el 0-2 para los de Floresta, gol en contra en el superclásico y «manos de manteca» ante un remate de Jonathan Ferrari «desde su casa»), Carrizo volvió a demostrar su personalidad: quiso gambetear a Leandro Romagnoli, y casi la pierde, en lo que hubiera terminado en el 1-2.
Desde Dame Pelota rechazamos los insultos que le propinaron los plateístas de River cuando su arquero salió del campo de juego. Por suerte, aunque las cámaras de la TV pública no lo mostraron, la mayoría lo aplaudió, aún a pesar del error que derivó en empate del equipo.
De todas maneras, sería conveniente que alguien del plantel millonario (¿el desairado Fillol?) o del cuerpo técnico de Sergio Batista (¿Esteban Pogany?) le explique a Carrizo que ciertas decisiones arriesgadas atentan contra su enorme capacidad innata para el puesto. Y que puede llegar a ser recordado como «el que pudo haber sido el mejor arquero argentino de la historia, pero prefirió ser uno más a cambio de no sacrificar sus gambetas (léase canchereadas)».
Carrizo debería modificar esa actitud. Porque más allá de que no está en su genética, como suele decir Carlos Bianchi «el que no cambia es un imbécil«.
Video realizado por Jeremías Prevosti, para canchallena.com