Fuera de serie
Hay futbolistas que la gastan cada fin de semana. Otros que son muy buenos jugadores. Otros que se esfuerzan cada día por mejorar, y los del montón.
Pero también hay futbolistas que son fuera de serie. Capaces de ser los únicos responsables de que el hincha pague la entrada para verlo y dueños de los más estruendosos aplausos, aún cuando su labor no sea la de marcar muchos goles, ni se evitar que su equipo los reciba.
En esa lista chiquitita entra Juan Román Riquelme. Un jugador descomunal que es criticado injustamente. Tal vez por su parquedad, por su poco interés en ser un mediático, por su lentitud física (Importante recordar una estúpida frase de Fernando Niembro en pleno mundial 2006: «Yo quiero un tipo que en la cancha corra, no me interesan los rápidos mentales«), o vaya a saber usted por qué.
A Riquelme no le interesa nada de todo eso. Riquelme no juega al fútbol, juega a la pelota. Ama este juego y poco le interesa el deporte.
Por eso es criticado.
Y por eso es un fuera de serie.
EL tema Bielsa es muchísimo más extenso y seguramente será un post en un futuro cercano.
Con respecto a lo demás, coincido plenamente con usted.
Un abrazo,
Pablo
Y fíjese qué cosa curiosa, Pablo: aunque esos periodistas que dicen detestar el juego y aun la persona de Riquelme (he leído y oído a quienes hasta han puesto en cuestión su estabilidad mental, cuando debieran ocuparse de su juego, de lo que hace o deja de hacer en la cancha, que tanto uno como lo otro, sus toques de calidad y sus insufribles siestas en pleno partido, dan muchísima tela para cortar), son casi todos más bilardistas que Bilardo, el Narigón, que era un futbolista sinvergüenza pero sabe de fútbol más que todos ellos juntos, gusta mucho de Riquelme. También le gustaba Higuita, otro de los ‘odios’ de don Niembra (que una vez quiso convencer a los telespectadores de que Mannarino era un delantero extraordinario…) A Niembro no lo trago, porque me parece -hablo a pura impresión, acaso falsa e injuriosa, pues no lo conozco personalmente – casi un mal tipo. Pero sería un excelente comentarista de fútbol, si se lo propusiera. Eso es lo impresentable de ese señor: creo que ni siquiera opina realmente las tonterías que dice. Más divertido es Macaya: el 8 de un equipo se gambetea a dos, tira un caño, un sombrero, remata de rabona y pega en el palo, y el canoso apostilla: «¡Gran jugada del 8!»… Ya lo vimos, anciano: ese comentario es inútil para el telespectador ;-). No siempre fue viejo ni tonto: cuando yo era pibe, allá a principios o mediados de los setenta, hablaba criteriosamente del juego y a veces comentaba (y bien) boxeo. Después llegó T y C… Quedan pocos buenos comentaristas de fóbal en las pampas. Uno de ellos, un tal Martínez, pude oírlo con sumo placer en canal 7 en las transmisiones del sub 18 hace unos días.
Y Verón, que, siendo un muy buen futbolista, no es tan grande como lo que fue su padre, claro que no es el único ‘responsable’ de que la selección no anduviera en Japón-Corea 2002: siempre tuvo esa característica de ir lentamente a patear los córners y tiros libres a favor. Lo sigue haciendo en Estudiantes, y ahora nadie chilla. Ahí lo equivocado era el tipo de juego que prefería desarrollar Bielsa, un tipo cuyos equipos no me gustan, pero me cae bien a pesar de estar más loco que una cabra enjaulada. Lástima que cuando se decidió, allá por el 2004, a empezar a dejar que sus jugadores hicieran un juego más parecido al fútbol argentino, decidió irse.
Me olvidaba.
Le agradezco su opinión y su manera de escribir.
Opinólogos como usted enriquecen el contenido de este blog y lo engrandece.
Pablo
Estimado Opinólogo Berreta, vamos por partes.
Ante todo le comento que tengo 31 años. He visto los últimos años de Vilas y apenas tengo un vago recuerdo de aquélla final de la Copa Davis ´81.
Ya que usted lo nombró, me aferro a Vilas para comentarle mi postura: Guillermo Vilas (a mi humilde parecer, el mejor tenista argentino de la historia y el responsable de que en la Argentina existieran Sabatini, Jaite, Mancini, Squillari, Gaudio, Nalbandian, Coria, Gaudio, Cañas y un prolongado etcétera) ha llegado a ser lo que fue por tener precisamente lo que en varios períodos de las temporadas carece David Nalbandian, tal vez el mejor tenista de la actualidad junto a Cañas.
A diferencia de Vilas, Nalbandian tiene una calidad innata y una mentalidad arrolladora.
Por eso es que me da bronca (y no por ser triunfalista porque no lo soy) que el tipo no se meta de lleno aunque sea un año, en busca de llegar a su máximo potencial, como sí lo ha hecho la enorme Gabriela Sabatini, una mina excepcional, una profesional de lujo, a quien varios periodistas de su época no le perdonaron que no haya llegado a ser número uno del mundo, algo anecdótico que no opaca su brillante carrera (más allá de que fue contemporánea de esa máquina humana llamada Steffi Graf).
No critico su manera de vivir la vida, ya que Nalbandian o quien sea es dueño de sus actos. Sólo que me da una sana bronca porque yo creo que el tipo pudo haber sido más groso dentro del tenis. Nada más.
Con respecto a Riquelme, comparto con usted que me cae mejor que Maradona y que Pelé, que siguen peleándose sobre quién fue el mejor de la historia, olvidándose de los Garrincha, de los Di Stéfano, de los Cruyff, de los Ronaldinho, de los Zidane, de los Platini, de los Francescoli, entre otros.
Sin embargo, precisamente por esa humildad de no creerse el mejor (de hecho hay días como ayer contra Godoy Cruz que pasa desapercibido), es que lo considero un fuera de serie. Creo que los verdaderos grandes son los que no se la creen. Y Riquelme es uno de ellos.
Con respecto a lo que comenta sobre por qué algunos periodistas lo odian, desconozco la respuesta aunque tengo una teoría:
Casi todos son hijos de Bilardo. Quieren ganar a cualquier precio y les molesta la parsimonia de Román. Ya le dije lo que dijo el impresentable de Niembro: «Yo no quiero alguien rápido de la cabeza. Dame alguien que corra, que recupere la pelota». Una estupidez.
Por otro lado, mientras a Juan Sebastián Verón los principales medios lo defenestraron y le tiraron la gente en contra porque hizo un gesto de paciencia mientras Argentina se quedaba afuera del Mundial 2002 (como si Verón haya sido el único responsable de aquel inesperado y anecdótico fracaso), a Riquelme le tienen paciencia, aún cuando es más «lento» que la Brujita.
Cosas incomprensibles.
La verdad, Pablo, es que a mí, pese a ser Nalbandian el tenista argentino más parecido en voluntad de campeón a Vilas que haya visto, me cae un poco mejor que don Willy precisamente porque el ser número uno no le calienta tanto. Estoy hasta los huevos de las personas que, no conformes con su excelencia profesional, y habiendo ya asegurado su porvenir, se creen en el deber de soslayar otras porciones de su personalidad por ostentar una superioridad meramente estadística. Federer, por ejemplo, un gran tenista indudablemente, acumula estadística, sacrificando acaso felicidad, pero no es, en sus mejores momentos, más ni menos que algunos otros del lote de los veinte primeros del ranking. Temo que termine como tantas veces, en activo y ya retirado, uno ha visto -entre otros- a Vilas, obsesionado con cada record, cada triunfo, amargado con cada demostración de que otro puede estar en ese pedestal.
Quiero decir: si yo fuera tenista, haría lo mismo que Nalbandian, disfrutar de mi profesión, y miraría como una rareza de frenopático a los Federer, por muy admirables que ellos fueren. Digo más: no se qué edad tendrás, pero recuerdo muy bien los lamentables episodios que protagonizaba el muy buen equipo de Copa Davis argentino de los setenta por el enorme ego onda «a ver quién la tiene más grande» de varios de sus integrantes, que permitió que los madrugaran reiteradamente tenistas extranjeros que no eran tanto más que ellos, salvo excepciones.
No se trata tanto de la tan predicada humildad (eso es un verso de enternadores autoritarios para eliminar la figura del deportista destacado y sustituirse ellos a la estrella: los ‘humildes’ propiamente dichos nunca salen campeones, por definición) sino de modestia, de saber que uno es por lo menos tan bueno como los demás, pero no necesita ponerse todo el tiempo en el lugar de prócer. Un campeón puede ser orgulloso y soberbio, pero es más campeón si es naturalmente modesto, o aprende las ventajas de serlo o parecerlo. Así, hoy Nalbandian me cae mejor que cuando empezó, que parecía un poco más agrandado de lo conveniente.
Riquelme, que me parece un excelente futbolista en lo que a técnica individual se refiere, me cae sin embargo mucho mejor que sujetos como Maradona o como Pelé (un gran admirador del juego de Riquelme), precisamente por ese detalle, que es lo que impide que uno lo cuente entre los fuera de serie: omite el esfuerzo de parecer el mejor de todos o decirse él mismo uno de los mejores.
Y es que nadie es el mejor de todos sino por un rato. A todo hay quien gane, incluso al que es mejor. Dicho sea de paso, no entiendo el ODIO que algunos periodistas dispensan por Riquelme. ¿Les deberá plata? ¿Se sentirán defraudados porque no le importa el pedestal del ‘number one’? ¡Chi lo sá!…
Estimado Opinólogo Berreta:
La verdad que me parece una opinión muy bien escrita y muy entretenida. Mis felicitaciones y agradecimiento por el aporte.
Para mí visión, Riquelme es un fuera de serie, aún a pesar de sus lagunas (varias veces prolongadas) durante los partidos. Pero es sólo mi visión.
Es probable que sea exagerado tildar a Nalbandián de mediocre. vuelvo a leer ese post y suena demasiado duro. Tal vez en su caso, me molesta que, teniendo las condiciones que tiene, no le haya dedicado un poco más al hiperprofesionalizado mundo del tenis, donde no hay lugar para «Riquelmes». De hecho, con mucha más altura y menos agresión, lo mismo opina el enorme Roger Federer.
Tal vez, por eso de que aún se puede seguir jugando a la pelota dentro del fútbol profesional, es que no sea tan duro con Riquelme, a quien tan claramente usted describe como «el eslabón perdido entre el deportista profesional y el pibe que hace fulbito».
Un saludo y muchas gracias por su tan interante opinión.
Juan Román Riquelme es un señor dotado de una prodigiosa habilidad, de gran deportividad (es un tipo muy correcto), que a veces juega un rato definiendo un partido, y otras (muchas, las mismas en que ha dado un pase para el gol de su equipo) desaparece del juago durante largo rato, dejando a sus compañeros con uno menos. Todo hay que decirlo: se lo ha criticado por defectos que no tiene y se lo elogia por virtudes de las que carece. No es Maradona, no es Bochini, no es Pelé, no es Zidane. Exageran tanto quienes lo subliman como un fuera de serie como quienes pretenden ningunear sus indudables aptitudes como futbolista. SI criticás a Nalbandian por no aplicarse empeñosamente a ser el número uno, exagerando injustamente al tildarlo de mediocre, deberías aplicar el mismo equivocado criterio al opinar sobre Riquelme.
Justamente, su defecto como profesional es su mayor virtud: no juega al fútbol sino a la pelota. Parece estar siempre en un picado en la vía de Pompeya. A muchos no nos termina de convencer porque es algo así como el eslabón perdido entre el deportista profesional y el pibe que hace fulbito. Y muchas veces, en sus actuaciones, gana el jugador de fulbito.
Saludos