Historias olímpicas: La misión cumplida de John Stephen Akwani
Este texto forma parte del libro «50 Grandes Momentos de los Juegos Olímpicos«, publicado en 2012 por Ediciones Al Arco, y auspiciado y repartido de manera gratuita por el Ministerio de Educación de la Nación en las escuelas primarias públicas. También podés leerlo online haciendo clic aquí.
Las estadísticas dirán por siempre que el ganador de la Maratón de México 1968 fue el etíope Degaga Mamo Wolde, con un tiempo de 2h20m26s. Sin embargo, y aplicando aquel refrán que reza “Los últimos serán los primeros”, el que se metió en los libros del olimpismo por su emotiva actuación fue el tanzano John Stephen Akhwari.
De los 74 atletas que corrieron aquel 20 de octubre, Akhwari ocupó el último lugar entre los 57 que llegaron, con un tiempo empleado de 3h25m17s. Una hora y cinco minutos después que el ganador.
Su llegada a la meta fue conmovedora.
Durante la carrera sufrió una fuerte caída. Las consecuencias fueron graves: se había dislocado la rodilla derecha.
Lejos de abandonar, el tanzano ingresó al estadio rengueando y con la rodilla vendada. Inmediatamente, el poco público que se había quedado en las gradas comenzó a ovacionarlo.
Cruzó la meta unos minutos después.
“Hoy fuimos testigos de un joven africano que simboliza el mejor espíritu humano. Su performance le da verdadera dignidad al deporte”, dijeron luego sobre su gesta.
Cuando se lo preguntaron, John Stephen Akhwari fue mucho más simple, y dijo: “Mi país no me mandó a 5.000 millas de distancia para empezar esta carrera. Me mandó para que la terminara”.
Y eso fue justamente lo que hizo.