Mano a mano con Caro Duer, una boxeadora diferente
Su entrada al gimnasio de la Federación Argentina de Box resulta singular. Recorre el pasillo de 40 metros con un transitar felino. Sus botas de cuero negras hasta la rodilla, su diminuto short de jean, su camisa negra con transparencias, su rostro maquillado y su pelo prolijamente despeinado destrozan en segundos cualquier arquetipo que pueda tenerse de una boxeadora.
Mientras se acerca al encuentro con LA NACION, Carolina Duer parece caminar por una pasarela. Tiene el pelo castaño claro y ojos verdes. Sus pecas le dan un atractivo adicional a su rostro y mide casi 1,70 metro. Tranquilamente podría ser modelo o actriz. Sin embargo, decidió dedicarse al boxeo y mañana defenderá por tercera vez su título mundial Supermosca de la OMB ante la uruguaya María José Núñez Anchorena, en el Microestadio del club Lanús.
«Vine hace 10 años al gimnasio de la Federación para averiguar cómo hacer boxeo recreativo. Desde la otra punta del gimnasio me vio Alberto Zacarías y me gritó: «Vení el lunes que yo te voy a hacer boxeadora»». Me fui a hacer todos los estudios médicos para sacar la licencia y a los tres meses estaba haciendo mi primera pelea amateur. A mi papá mucho no le gusta, pero de a poco empezó a valorar todo lo que fui logrando», cuenta Carolina.
-Trabajaste dentro de Ideas del Sur. ¿Nunca te propusieron sumarte a «Bailando por un Sueño»?
-Todavía no, pero lo haría. A mí me encanta bailar. Sé bailar. Así que si se da, bienvenido, aunque tendría que reprimir mi espíritu combativo, ¡ja!. Hasta el «Bailando» no paro (risas).
Carolina se considera «una boxeadora bastante coqueta», al punto que se fija hasta en el más mínimo detalle antes de subir al ring. «Siempre me maquillo antes de boxear. El problema es que en la mitad de la pelea ya parezco Alice Cooper porque se me empieza a correr la pintura», cuenta entre risas.
«La Turca» (como se la conoce) está a la espera de que el amor la noquee , pero asume que su actividad es complicada: «Para un tipo no es fácil bancarse a una mina que está todo el día en calzitas y rodeada de tipos todos transpirados. Es un mundo difícil de entender para quien no está adentro», reconoce.
Pero fue gracias a ese deporte que Carolina potenció otra de sus pasiones: la solidaridad. «Siempre me gustó ayudar. Estamos armando clínicas de boxeo en barrios humildes. Vamos con un auspiciante, dejamos un gimnasio armado, damos la clínica y después los chicos pueden seguir entrenando de manera gratuita. Y cuando me piden ayuda, hago lo posible por dar una mano. Soy bastante caradura y hasta he hablado con la Presidenta para ver cómo ayudar. Mi idea es hacer eso a lo largo de todo el país durante el próximo año», cuenta ilusionada.
Sobre la posibilidad de que se instrumente el uso de bikinis en el boxeo femenino olímpico, Duer consideró: «Eso sería incómodo, como cualquier cosa que quieras hacer en bikini (salvo estar en la playa). Pero yo estoy a favor de que se le busque el lado estético al deporte de mujeres. Eso lo estamos usando como un arma más para seducir y atraer más público. No me parece en absoluto algo malo, al contrario. Lo que sí está mal es si eso después carece de contenido deportivo».
Así es Carolina Duer. Una boxeadora… diferente.
Publicada en el suplemento deportivo del diario La Nación del jueves 10 de noviembre de 2011 y en canchallena.com