Pep Guardiola y las miserias argentinas
Por Pablo Lisotto
La visita del entrenador español Josep Guardiola a la Argentina ya forma parte del pasado.
Pasan los días y ya es tiempo de analizar más en frío alguno de todos los conceptos que dejó el jueves en el Gran Rex.
Guardiola inició esa charla con la frase: “Esta charla se la quiero dedicar a César Luis Menotti y a Marcelo Bielsa. Sin su generosidad yo no estaría hoy aquí parado frente a ustedes. Este país debe agradecerle a ellos por todo lo que hicieron por el fútbol argentino y mundial.”
La humildad, agradecimiento y reconocimiento del español desnudaron, una vez más, nuestras falencias como sociedad. Nuestra soberbia. Puso cara a cara nuestro «Lo que podríamos ser» frente a «Lo que somos». Aquí, Menotti y Bielsa no sólo no son tenidos en cuenta como entrenadores (ni como fuente de consulta) sino que para muchos son considerados “mala palabra”, “perdedores”, “vendehumos”. Y no se habla de identificarse sí o sí con su manera de ver el fútbol, sino de respetarlos como profesionales, aún en el disenso. Tan sim
Resulta triste ver cómo en la Argentina se denosta a profesionales tan admirados y respetados en el exterior. Lo mismo ocurre con José Pekerman, hoy de exitoso presente con la selección de Colombia (éxito que trasciende al resultado en sí, que también lo acompaña como consecuencia de su trabajo), pero también modelo de lo iniciado por Oscar Washington Tabárez con Uruguay, poco antes del Mundial 2010, donde los charrúas finalizaron en el cuarto lugar.
“Me junté con Pekerman, le pregunté cómo era su manera de trabajar, nos contó todo, nosotros copiamos su estilo, lo adaptamos a nuestro fútbol y aquí estamos”, declaró Tabárez sin sonrojarse, cuando le preguntaron por el gran presente uruguayo a mediados de 2011, cuando se coronó campeón de América en, justamente, la Argentina.
Tal vez, en un futuro no muy lejano, se reconozca el trabajo serio, honesto y apasionado de ciertas personas que tanto bien le han hecho al deporte argentino y mundial, como destacó Guardiola, y se empiece a mirar con más desconfianza a los verdaderos “vendehumos” que pululan por ahí, golpeándose el pecho por ganar apenas un puñado de partidos, legalizando la trampa, minimizando el juego limpio, despreocupándose si dejan o no enseñanzas a su paso y haciéndose cargo de éxitos que no les corresponden, exhibiendo una fanfarronería que tanto daño le hace al deporte argentino ante el mundo.