Sobre la renuncia de Mohamed y su campaña en Independiente

Suele decirse que el equipo campeón es el mejor de un torneo. No lo comparto en lo más mínimo.

Uno de esos ejemplos es el de Independiente, en la Sudamericana 2010. Juego mezquino, resultados favorables inmerecidos y el azar de los penales le permitieron al equipo de Avellaneda alzar una copa internacional después de 15 años.

Ese envión anímico ocultó otra situación: la pobrísima campaña del equipo en los torneos locales. Tanto es así, que cuando el Rojo jugaba mejor que el año pasado y tenía chances de acceder a los octavos de final de la Libertadores 2011, Mohamed debió elegir el campeonato local para escaparse de la Promoción.

La ridícula gestión dirigencial para disputar la impresentable Suruga Cup tuvo sus costos: el viaje a Japón provocó cansancio, partió en dos la pretemporada y, para colmo de males, la derrota por penales con el ignoto Júbilo Iwata local sumó malhumor y malestar en el grupo.

El primer impacto fue llegar a la Recopa en malas condiciones físicas. Inter de Porto Alegre está demasiado bien preparado como para no aprovechar esas ventajas. Bastante digno fue lo de Independiente, aún cuando sumó otra frustración internacional.

Pero el mal arranque del equipo en el Apertura, más los intereses políticos y económicos que rodean los meses previos a una elección (algo que ocurrirá a fin de año en Independiente) derivó en una situación bochornosa y repudiable: que la barra brava del Rojo presione al Turco para que dé un paso al costado, tal como él denunció ante los medios.

Mohamed, sin vueltas y con toda lógica, pegó el portazo. El balance arroja un pobre 41 por ciento de cosecha de puntos en el ámbito local y apenas un 50 % en el rubro internacional.

Una vez más, el fusible que salta y que se cambia es el del DT. Y en este caso, de la peor manera. Cosas del fútbol argentino