Todo para Riquelme
Por Martín Fernández
Ante Lanús, Boca ganó merecidamente, jugó por momentos muy bien y sigue mejorando. Boca ya es BOCA.
Pero esta vez, el comentario no va a ser del partido, sino que estará referido al fenómeno Riquelme y lo que él genera.
En la entrevista postpartido en el campo de juego y para la televisión, Román se animó y habló de su futuro. Dijo, casi textual: «Aposté con mi hermano que iba a jugar hasta los 40». Y agregó que una vez finalizado su contrato, ya sea en Boca o en otro club, él iba a seguir jugando. La misma pregunta , respecto de su futuro, que dos o tres partidos atrás le molestaba, lo irritaba. Cambió y está bien que no solamente hable de fútbol.
Ahora ya lo saben todos. Riquelme quiere seguir jugando.
Con semejante respaldo de la hinchada, que fervientemente pide que continúe en Boca, y ahora con el equipo consolidado y con este nivel suyo, más parecido al que fue, el presidente Angelici tendrá que repensar la situación de Riquelme y su continuidad en Boca. Algunos partidos atrás, Boca, Riquelme y Bianchi nos llenaron de dudas a todos (me incluyo) y las críticas se justificaban. El equipo no jugaba “a nada” y estaba más cerca del último que del primero.
Fueron pasando los partidos, en principio comenzando a no perder y, luego, a jugar mejor. Vinieron los triunfos, la hinchada se empezó a tranquilizar, el equipo mejoró partido tras partido y comenzó a pareciendo al Boca que quiere la gente.
Y anoche, con Lanús, se consolidó. Seguramente no será el campeón, pero estará cerca. Terminará el torneo y en poco tiempo más, se develará la incógnita. Si Riquelme sigue o no en Boca, más allá de que queda claro que si fuera por los simpatizantes, decididamente sí debería seguir.
En este partido, y ya antes del comienzo, la hinchada le volvió a demostrar su apoyo al ídolo.
El fenómeno Riquelme va más allá de lo futbolístico. Se tocó el himno (en su día) y las cámaras ya estaban con él. Gesto adusto. El himno y su seriedad, como si fuese a jugar una final. Jugó y ganó por goleada. Aportó, como siempre al equipo, su indiscutible calidad, con algunos gestos futbolísticos que mostraron una vez más lo que es. También (en otra faceta) el Riquelme que, abusando de retener la pelota y demostrar que no se la podían sacar, una vez que le cometen falta, en lugar de reconocer que no le habían “pegado de atrás y con violencia”, reacciona y, con la pelota en la mano, se la muestra al rival, como diciéndole… “acá esta”. Eso no está bien, aunque la tribuna lo festeje.
En resumen, Riquelme tuvo momentos de algunas exquisiteses, como intuyendo que era el día del romance definitivo con los simpatizantes de Boca.
Faltaba poco para terminar y Bianchi le dio la última y más valiosa oportunidad del partido: sacarlo. En ese momento, como decimos los futboleros, “la cancha se vino abajo” coreando su nombre y las cámaras de televisión lo acompañaron en la ceremonia del cambio de brazalete para el nuevo capitán y su camino hacia el banco de suplentes.
Saludó a los cuatro costados con los brazos en alto, se abrazó con Bianchi y se sentó en el banco, en una noche que salió todo para Riquelme.