Cómo pasar de tenista a ciclista en cuatro meses
Una persona muy allegada a mí (dejémoslo ahí por una cuestión de respeto hacia su persona) decidió a los 45 años retomar su pasión por el tenis.
Pese a que los caminos de la vida y alguna que otra lesión lo alejaron de los courts, nunca pudo olvidar el amor por ese deporte.
Por eso, una vez consolidado en lo profesional y ya con hijos grandes, el personaje en cuestión regresó en agosto al polvo de ladrillo y a las pelotitas fosforescentes…
Si el grupo de amigos hubiera puesto plata para apostar cuánto duraría, seguramente todos hubieran ganado: en el primer mes casi no faltó a las clases. En el segundo, rompió cuatro encordados y tuvo un 50 por ciento de inasistencias, pero tuvo excusa válida porque septiembre tuvo varios fines de semana arruinados por la lluvia. Al tercero largó todo. Y al cuarto cambió la raqueta y por una bicicleta, recomendada por su mujer, que le dijo que busque artículos deportivos en OLX y haga el trueque correspondiente. Insólito.
“Las raquetas pesan menos. Las pelotitas pican más. Este es otro deporte, muy diferente al que alguna vez me enamoró”, acusó descaradamente, mientras se comía un choripán en Siga la Vaca de Costanera. “Además, en estos casos es fundamental el feeling que construís con el profesor, y en este caso el pibe me mataba. Me entrenaba para jugar el año que viene Roland Garros, y yo a lo sumo me le animo a un Challenguer para mayores de 40…”, agregó como excusa.
Lo concreto es que su reincidencia no fue la soñada, y el tenis definitivamente forma parte de su pasado.
Por eso, cuando alguien me pasó el video que verán a continuación y me dijo que evidentemente había sido creado para él, no dudé en escribir estas líneas, especialmente dedicadas al Bjorn Borg de cabotaje.