Mark Spitz, el Albatros
Si la historia olímpica se redujera a un simple juego de naipes, a la carta Mark Spitz la mataría la carta Michael Phelps. Y si bien en lo referido a lo meramente estadístico esto es así, por suerte, esas reglas no corrieron jamás a la hora de destacar a las grandes figuras de los Juegos.
El estadounidense Mark Spitz siempre fue criticado por su fama de fanfarrón y engreído. Era insoportablemente agrandado, al punto de que lo único que tenía de modesto era un sector de su documento de identidad, donde indicaba que la ciudad californiana donde había nacido se llamaba así.
Por eso, cuando en los Juegos Olímpicos de México 1968, después de ganar cuatro medallas (dos de oro en los relevos 4×100 y 4×200 metros libres, plata en los 100 metros mariposa y bronce en los 100 metros libres) dijo: “En Munich voy a ganar siete medallas de oro”, pareció una locura. Una exageración propia de él. Incluso, varios estadounidenses esperaron los Juegos del ’72 para ver cómo Spitz fracasaba en su intento y se tragaba sus propios pronósticos.
Pero Spitz cumplió con su promesa, y dividió al mundo en dos: los detractores que tuvieron que cerrar la boca; y el resto, que quedó boquiabierto ante tamaña proeza. A pesar de sus nervios, el primer día de competencia ganó los 200 metros mariposa con un nuevo récord mundial (2m00s70/100). Más tarde logró otra plusmarca mundial en los 4×100 metros libres (3m28s8/100).
Lejos de exhibir cansancio, al día siguiente venció en los 200 metros libres en 1m52s78/100. Tres carreras, tres oros y tres récords mundiales.
Sin tiempo para detenerse en lo que había logrado hasta allí, al cuarto día arrasó en los 100 metros mariposa (54s27/100), y solo una hora más tarde ganó su quinto oro y batió su quinta plusmarca mundial (7m35s78/100) en el relevo 4×200 metros libres.
Al quinto día tuvo la posibilidad de superar a su compatriota Don Schollander, que había conseguido cinco medallas de oro en Tokio ’64. Y lo logró sin contratiempos, luego de ganar los 100 metros libres en 51s22/100, también con nuevo récord mundial.
Para completar su tremenda y anticipada hazaña, Spitz participó en los relevos 4×100 metros estilos. Nadó la posta de mariposa y compensó la increíble ventaja que había obtenido el equipo de Alemania Oriental en la primera posta, donde había batido el récord del mundo de 100 metros espalda. Al final, el combinado estadounidense ganó con un tiempo de 3m48s66/100, superando por cuatro segundos a los germanos.
El Albatros tenía los hombros completamente achatados por el roce con el agua que había tenido en sus millares de horas de entrenamiento, pero bien valía la pena tanto esfuerzo. En Alemania cumplió lo prometido, y luego se retiró de la natación, dejó su profesión de dentista y se dedicó a vivir de las rentas que le dejaron sus triunfos.
En su momento de máximo esplendor, y basándose en su extraordinario estado atlético, el nombre de Spitz sonó como posible sucesor de Sean Connery, en el rol cinematográfico de James Bond, el agente 007.
Mucho tiempo después, ya adulto y no tan engreído, Spitz alentó a Michael Phelps para que rompiera el récord que él había batido. En declaraciones previas a los Juegos de Beijing, Mark analizó en una entrevista a la agencia alemana DPA: “Michael tiene una gran oportunidad. Si uno mira las posibilidades, parece que puede ganar las ocho medallas de oro”. Luego, le habló a Phelps: “Andá y rompé todos los récords, incluso el mío”.
El Tiburón de Baltimore lo hizo, pero probablemente su hazaña no hubiera sido tal sin la previa aparición y proeza de Spitz, el primer gran dominador absoluto de un Juego Olímpico, hecho por el cual el Comité Olímpico Internacional lo eligió entre los cinco mejores deportistas del siglo XX.
* Capítulo 21 del libro «50 Grandes Momentos de los Juegos Olímpicos» (Ediciones Al Arco, 2012), que podés descargar o leer gratis aquí.