Historias olímpicas: Fred Lorz, el primer tramposo
- Este texto forma parte del libro «50 Grandes Momentos de los Juegos Olímpicos«, publicado en 2012 por Ediciones Al Arco, y auspiciado y repartido de manera gratuita por el Ministerio de Educación de la Nación en las escuelas primarias públicas. También podés leerlo online haciendo clic aquí.
Así como el 6 de abril de 1896, el estadounidense James Connolly ganó el triple salto y se convirtió en el primer campeón olímpico de la Era Moderna, un compatriota de Jamie se ganó el extraño honor de ser el “primer tramposo” de la historia de los Juegos.
Su hito se dio, para colmo, en la prueba madre del atletismo: la maratón. Ocurrió durante los Juegos Olímpicos de Saint Louis, Missouri, en 1904.
Aquel día, Fred Lorz era el primer competidor en cruzar la meta.
Fue vivado por el público presente y condecorado por Alice Roosevelt, hija del entonces presidente norteamericano Theodore Roosevelt, quien le puso en la cabeza la entonces tradicional corona de laurel.
Apenas unos minutos después, Lorz devolvía la corona y era descalificado por tramposo, protagonizando el primer escándalo olímpico de trascendencia. Los motivos de tamaña decisión eran más que contundentes: el atleta estadounidense había largado la maratón con un buen ritmo.
Pero cuando la prueba promediaba, comenzó a sentir los efectos del desgaste físico efectuado. Lorz decidió entonces subirse al automóvil de un asistente, y recorrer los poco más de 10 kilómetros que lo separaban del estadio sentado plácidamente en el asiento de atrás.
Cuando se bajó, cerca de la entrada del estadio, Fred no tuvo mejor idea que ingresar corriendo a la pista, completar los últimos metros y cruzar la meta. Un genio.
En declaraciones posteriores, Lorz explicó que eso lo había hecho en broma, pero que al ver la emoción del público prefirió callar aquel desliz y sumarse a la alegría general. Una picardía de juventud.
El instante de gloria duró solo unos minutos, hasta que un espectador llegó corriendo a la zona de premiación y denunció lo que había visto. Lorz, desenmascarado, confesó su farsa.
El ganador, entonces, fue el local Thomas Hicks, que de todas maneras tampoco era un vencedor que implementara correctamente los valores primordiales del olimpismo, puesto que antes de la prueba había tomado sustancias extrañas, que posteriormente fueron prohibidas. De haber competido en ese estado unos años más tarde, Hicks se hubiera convertido en el primer doping positivo de la historia de los Juegos. Pero ese día, hasta fue homenajeado y señalado como ejemplo de deportista ante el avergonzado Fred.
Lorz fue sancionado por la Unión Amateur con la expulsión de todas las competiciones atléticas, pero meses después el estadounidense pidió disculpas por su broma.
Un año después, Fred Lorz ganó la maratón de Boston con un tiempo de 2h38m25s4/10 y cubriendo todo el trazado con los pies.
Había aprendido la lección.