Kuyt le devolvió el color (naranja) a Holanda
Escribo estas líneas en los últimos veinte minutos del segundo tiempo. Puse el cartel de «no molestar» en el Facebook y me encerré en la oficina con la única intención de ver ganar a mi país adoptivo.
La jornada fue precedida de mucha expectativa. Los más optimistas decían que sería un «makkie», pan comido, un trámite… Creo que pecaron de eso mismo, de optimismo.
«Echo en falta más perspectiva y acción», escribí en el twitter durante el primer tiempo. Pero reconocía, como lo hacía al mismo tiempo mi amigo Pablo Lisotto, que el balón seguía bajo dominio holandés.
El gol en contra de Simón Poulse se festeja, pero con sabor a poca cosa. Un gol es un gol y a caballo regalado… Los vuvuzelas de mis colegas indonesios en la radio internacional donde trabajo se hacen sentir. Esperaban una ocasión para festejar. Corría el 1 a 0. Yo me puse la camiseta por las dudas. Por las dudas de que Argentina resbale. ¡Dios no lo quiera! (léase «el Diego») ¿Traerá Robben algo de coherencia a este equipo?
Los daneses no existen. ¡Uh! Buena bola de Sneijder… Perdón…, avisé que estaba escribiendo mientras veía el partido, ¿no?
¡GOOOOOL de Kuyt! 2-0. Ahora todo toma un color distinto. Van 85 minutos del segundo tiempo y éste es el juego que extrañaba. ¡Casi entra el tercero! «Los mejores últimos minutos del partido», dice el comentarista de NED 1 y coincido. ¡La hora referí! Al final fue pan comido. O más o menos…