Los 10K de 212 Carolina Herrera: unos 0:55.59 muy especiales
«¡Vamos Pablo!»
El grito de aliento, realizado por dos compañeras de LN Corremos (el running team de La Nación) poco después de pasar los 8 kilómetros de carrera fue una inyección anímica fundamental, que sirvió para acelerar el paso y mejorar mi mejor tiempo en la distancia, al menos desde 2008.
Después de 20 años, vuelvo a formar parte de un running team. Por falta de tiempo y de dinero, me lo perdí. Pero la sensación es maravillosa. En mi grupo están los profes, Rodrigo y Coto, que sacan lo mejor de cada uno de nosotros, los que corremos, los que por ahora no se sienten preparados, los que llevan el mate, los que cocinan una torta para el post carrera y los que nos sacan fotos. Cada uno cumple su rol. Como un verdadero equipo. Y el compromiso de pertenecer es maravilloso.
La edición 2016 de los 10K organizados por 212 Carolina Herrera tuvo un condimento muy especial para mí. Por primera vez corrí con miedo. Y lo vencí. Una tendinitis en el tendón de Aquiles derecho me obligó a hacer reposo por dos semanas. Y tanto mi traumátólogo como mi kinesióloga me dijeron: «Cuidado. No hagas macanas porque te lo podés cortar». Entonces, el miedo a lastimarme, a romperme o a tener que parar y no llegar se hizo presente. Para enfrentarlo y vencerlo.
El parate me hizo bien. La evolución de la lesión fue buena y allá fui: a probar cómo estaba todo. Grande fue mi sorpresa cuando no sólo no había dolor, sino que me sentía rápido, en un circuito que, a pesar del frío, me parece de los más lindos: el paseo de la Costa de Vicente López.
De repente, pasé de dudar en participar de la prueba a correr más rápido que en los ocho años anteriores. Los últimos 300 metros me di el lujo de acelerar todavía más, para bajar de los 56 minutos. Y lo logré por un segundo (0:59:59).
Tras la llegada y la incorporación de una nueva medalla a mi colección, la gran duda: ¿estará bien el tendón? Lo respondo 24 horas después: intacto. Mejor que nunca. Y feliz por haber estado a la altura del esfuerzo.
La cita aeróbica también sirvió de excusa para volver a correr con mi gran amigo Alejandro Balmore, a quien conozco, apenas, desde 1980.
Ahora, rumbo a nuevos desafíos.