Nadal, ¿el mejor de la historia?
Mucho se ha hablado en estos días acerca del lugar que pueda llegar a ocupar el español Rafael Nadal en la historia del tenis, el día que cuelgue la raqueta. Sin embargo, lejos de creérsela, el mismo mallorquín declaró, pocas horas después de su gran logro: «Es evidente que no soy el mejor deportista de la historia de España«.
Hace poco, un colega expresó sus gustos a través de su cuenta en Twitter: “La raqueta de Nadal irá a un museo de tenis; la de Federer, a una muestra de arte”.
Más allá de la comparación, quizá exagerada, esa frase resume lo que puede pensar cualquier amante del tenis que considere que el rendimiento y el rol de los jugadores en la historia trascienden los resultados que estos logran.
Si se aplicara a lo largo de los años el criterio que ahora pone en la cima a Rafa (gracias al extraordinario hecho de haber logrado los cuatro títulos de Grand Slam a los 24 años, sumado a que es el actual número uno del mundo, y a que ya ganó la Davis y el oro olímpico) terminaríamos siendo injustos con una enormidad de jugadores y no sólo con Federer, que aún no pudo con la Davis con Suiza y por ahora sólo se tuvo que conformar con la medalla dorada en dobles. Roger tal vez consiga esos dos títulos en las próximas temporadas, pero si no lo hace, ¿alguien puede cuestionarle su grandeza?
Si nos guiáramos por resultados, títulos y posición en el ranking, llegaríamos a algunas conclusiones injustas.
¿Fue Marcelo Ríos más que Guillermo Vilas por el sólo hecho de que el chileno fue número 1 del ranking y Willy no?
¿Fue Andre Agassi más que Pete Sampras porque el Kid de las Vegas ganó los cuatro títulos de Grand Slam y Pistol Pete nunca pudo en Roland Garros?
¿Fue Gastón Gaudio más que Guillermo Coria por haberle ganado la final de Roland Garros en 2004?
¿Es Juan Martín Del Potro más que David Nalbandian por haber ganado el US Open?
¿Fue Arantxa Sánchez Vicario más que Gabriela Sabatini por el sólo hecho de que la española fue número 1 del mundo a mediados de los 90´ y Gaby, contemporánea de Graf, Seles, Navratilova y Evert, no?
Al menos para el criterio de quien esto escribe, la respuesta a todas las preguntas realizadas es un categórico NO (aunque el debate está abierto). Cada uno de los protagonistas ocupa su lugar en la historia, sin necesidad de acomodarlos obligadamente en un orden decreciente, que termina resultando injusto. Porque la vara con que se mide a veces no es igual.
En algunos casos, lo que engrandece a ciertos jugadores fue su duración en lo más alto del ranking, otras veces resultó ser la cantidad o la calidad de títulos ganados, y otros, el frío número de la estadística, sin olvidarnos de otro ítem: el carisma.
Yannick Noah fue uno de los grandes del tenis. Sin embargo, el francés “sólo” ganó 23 títulos en singles y un Grand Slam: Roland Garros 1983. ¿Pero alguien puede cuestionar su calidad o su lugar en la historia? ¿Es menos que Lleyton Hewitt, 28 títulos, dos GS (US Open 2001 y Wimbledon 2002) y número 1 más joven de la historia del profesionalismo?
Y para no extender más este texto ni siquiera nombramos a genios como Mc Enroe, Connors (único que ganó más de 100 torneos – 106-, jugó hasta los 40 y fue semifinalista del US Open a los 38), Nastase, Borg, Lendl, Wilander, Safin, Boris Becker, Guga Kuerten y tantos más.
Si lo tomamos como un juego y como una necesidad de los medios (para vender), del mundo (para fabricar nuevos ídolos) y de las marcas deportivas (para renovar los nombres, buscar nuevos desafíos para sus gladiadores deportivos y manejar las estadísticas de acuerdo a la conveniencia con el objetivo de vender más productos), vaya y pase. De cualquier otra forma, la palabra injusticia flotará siempre sobre este tipo de debates sin sentido.