Silbidos
Después de que el antológico gol de Palermo dejara de eclipsar todos los medios, me gustaría decir que el Independiente-Boca del pasado sábado fue uno de los mejores partidos que vi en los últimos años.
Hacía mucho tiempo que no veía un primer tiempo tan electrizante, con tantas situaciones de gol de ambos lados y tan pocas faltas.
Sólo la magia de Juan Román Riquelme le permitió a Boca irse al vestuario en ganador, puesto que el Rojo había hecho muy bien las cosas en esos 45 minutos iniciales.
Ahora bien. Se puede entender que a Riquelme lo putee o lo chifle la hinchada de River (por una cuestión lógica) o alguna que otra hinchada amante del resultadismo y enemiga del juego bonito. Pero que lo chiflen los hinchas de Independiente, precisamente los abanderados del «paladar negro», los que siempre van a preferir jugar bien a ganar, los menottistas de la primera hora, los que se rompieron las manos aplaudiendo al «Bocha», quien, en sus últimos años, con dos toques por partido liquidaba al rival, me parece un absurdo.
Juan Román Riquelme es un abanderado de ese juego. Bien podría haber sido ídolo de Independiente por su manera de jugar, por su poca voluntad de marca (lógica, por cierto), por su impresionante velocidad mental y por sus pases «bochinescos» o «maradonianos» (lo que usted prefiera), entre tantas otras cualidades.
Es lento, sí. ¿Pero esto que és? ¿Fútbol o atletismo?
La lástima de este tipo de partidos es que uno lamenta que sólo haya un ganador. Hacía rato que no veía a Independiente plantear y jugar tan bien un partido (sacando algún que otro problema en la defensa que, como quedó expuesto, ante Boca no se pueden cometer).
Es por eso que me dio la sensación de que los hinchas de Independiente que putearon al equipo a la salida escupieron el sábado a su propia historia, dándose vuelta como un panqueque, y en sólo 90 minutos, del jogo bonito al resultadismo, del menottismo al bilardismo extremo, del aplauso a los habilidosos al silbido a Riquelme.
Me gustaría saber qué hubiera pasado si el centro de Rodrígo Díaz que abortó Palermo antes de clavar el gol de su vida, hubiera llegado al área de Boca y alguien (Denis, por ejemplo) hubiera sellado el empate.
Me gustaría pensar que los insultos hubieran sido los mismos. Que un empate agónico de local ante Boca no iba a cambiarles la cabeza a esos que putearon a la salida. Que la disconformidad estaba más allá que el resultado.
¿O no?
El problema es que los medios incitan a la gente a pedir que sus equipos ganen y nada mas, no importa como.
Y la gente tan ansiosa por algo que le venga bien, que le cambie el animo de mierda despues de una semana dura de trabajo, salen a decir boludeces.
Una muestra mas de lo mal que esta el futbol argentino. Un futbol que se diferenciaba de lo que se jugaba en otros lados: el futbol del toque, el amor por la pelota, el de los jugadores habilidosos y desequilibrantes, el de los equipos en el que sus jugadores no se van despues de 15 partidos en primera, etc.
La globalizacion, llego al futbol argentino tambien. La globalizacion quiere decir hago mierda para mi y vos tenes que comprar la misma mierda a precios mas caros.
Y si a esto le sumas la violencia, se fue todo al carajo.