Historias olímpicas: La vuelta olímpica y el gol
Este texto forma parte del libro «50 Grandes Momentos de los Juegos Olímpicos«, publicado en 2012 por Ediciones Al Arco, y auspiciado y repartido de manera gratuita por el Ministerio de Educación de la Nación en las escuelas primarias públicas. También podés leerlo online haciendo clic aquí.
Uno de los grandes equipos de fútbol que pasaron por los Juegos fue el Uruguay de los años ’20.
En París 1924, los charrúas arrasaron. Disputaron cinco partidos y los ganaron todos, anotando 20 goles y recibiendo solo dos. Una verdadera máquina.
Los rivales pasaron uno tras otro, hasta llegar al oro: 7 a 0 a Yugoslavia, 3-0 a Estados Unidos, 5-1 a Francia y 2-1 a Holanda El 9 de junio se disputó la final. Uruguay volvió a demostrar su superioridad y goleó 3-0 a Suiza en el estadio Colombes, ante una multitud de 60.000 espectadores. Al terminar el encuentro, los Celestes sintieron la obligación de agradecerles el aliento a los hinchas y de saludarlos de cerca. Sin quererlo, estaban sembrando las bases de la popular “vuelta olímpica”.
Sin saberlo, Uruguay protagoniza la primera «vuelta olímpica» de la historia.
A su regreso a América, y como parte de las celebraciones por tamaño logro obtenido, se realizó un amistoso entre los campeones olímpicos y la selección argentina. El partido tuvo lugar en la cancha de Sportivo Barracas, el 2 de octubre de 1924.
A los 15 minutos, y sin saberlo, Cesáreo Onzari se metió para siempre en la historia del fútbol mundial. El jugador de Huracán pateó un tiro de esquina y mandó la pelota al fondo de la red sin que nadie la tocara. Fue gol.
Aquella rareza y el posterior triunfo albiceleste permitieron que ese gol trascendiera. De allí en más, cada vez que los hinchas vieron un gol similar, dijeron que había sido convertido “como el gol de Onzari a los olímpicos”. De allí a “gol olímpico” y a que la frase se popularizara primero en América y luego en Europa, solo hubo un paso.
Cesáreo Onzari clava el primer gol directo desde un córner. Se lo hace a «los olímpicos» de Uruguay.
En Amsterdam 1928, Uruguay revalidó su título. El camino fue el siguiente: 2 a 0 a Holanda, 4 a 1 a Alemania y 3 a 2 a Italia.
La final fue contra la Argentina. Ambos equipos se conocían casi de memoria. Por eso, no resultó extraño que el 10 de junio terminaran igualados 1 a 1. En tiempos donde aún no existía la definición por penales, debió jugarse una nueva final, para desempatar, tres días más tarde.
El 13 de junio de 1928, los charrúas y los albicelestes estaban otra vez 1 a 1. Pero un tanto de Héctor Scarone definió el pleito, gracias al cual Uruguay se consagró como el segundo bicampeón olímpico de fútbol, igualando la proeza de Gran Bretaña (1908 y 1912).
Más adelante se sumarían a este selecto grupo Hungría (1964 y 1968) y la Argentina (2004 y 2008).