Rumbo al Mundial Rusia 2018. #50GrandesMomentos: 32 – Barrilete cósmico
La Argentina ya estaba entre los ocho mejores del Mundial de México ´86, y el fixture determinó que el siguiente rival fuera Inglaterra. Y entonces la cabeza de los futbolistas albicelestes no sólo pensó en un partido de fútbol, sino también en lo que había pasado cuatro años antes en la Guerra de Malvinas. Nadie quería perder ese encuentro, y mucho menos Maradona.
Con una inédita camiseta azul comprada de urgencia por los utileros albicelestes, la Argentina salió el 22 de junio a disputar un encuentro –una final anticipada– con condimentos extrafutbolísticos que lo hicieron único en toda la historia.
Después de un primer tiempo parejo, a poco de iniciar la segunda etapa llegó la apertura del marcador:
una pifia de Steve Hodge elevó el balón más de lo previsto, y lo envió casi como un misil al punto penal del área británica.
En ese lugar del estadio se encontraron en el aire Peter Shilton y Diego Maradona. El arquero, mucho
más alto, fue a buscar la pelota con tranquilidad, pero no contaba con la viveza del 10 azul, que levantó rápido su puño izquierdo y mandó el balón al fondo de la red, antes de salir corriendo rumbo al juez de línea para celebrar, mientras miraba de reojo al árbitro tunecino Ali Bennaceur, que nunca entendió lo que había pasado y marcó el centro de la cancha.
Shilton y sus 10 compañeros salieron disparados a reclamar la anulación del tanto, pero no tuvieron
éxito en sus gestiones. Aunque luego ante los micrófonos inventó aquello de que lo hizo La Mano de Dios y jugó con su picardía innata, Diego sabía que había hecho trampa.
Por eso, cuando cuatro minutos después tuvo la posibilidad de demostrarle al mundo quién era y qué sabía hacer con la pelota, no lo dudó. Ahora Diego Armando Maradona respira hondo. Hace apenas un momento cruzó la mitad de la cancha y entró al campo inglés con pelota dominada. Si la jugada fuese un cuadro, el 10 argentino estaría en estos momentos en el aire, punteando apenas con su botín zurdo la pelota, para asegurarse que la tiene atada al pie y para comenzar en breve el sprint final rumbo al
mejor gol de toda la historia de los mundiales.
La jugada merece ser un cuadro, básicamente porque es una obra de arte por donde se la mire. Solo que a diferencia de los otros, es un cuadro con movimiento. Con un hombrecito azul que esquiva a varios
vestidos de blanco. Tal vez en este preciso instante, y después de dejar en el camino con dos pisaditas a Peter Reid y a Peter Beardsley mientras Kenny Sansom lo persigue a media máquina y Terry Butcher no sabe cómo pararlo, Maradona esté pensando cómo encarar a Terry Fenwick, que, desesperado, no sabe si cubrir el ingreso del rival al área o el pase a Jorge Burruchaga, que entra libre por el medio.
A la vez, Diego seguramente ya se acordó de su hermanito Hugo, que lo retó por definir apurado una
jugada parecida contra Inglaterra, en Wembley, pero en 1980, y ya se prometió que cuando enfrente al arquero le amagará y lo eludirá por la derecha, para luego definir ante el arco vacío. Además de Burruchaga, otro que acompaña la jugada y se acomoda para quedar bien ubicado y recibir el pase-gol es Jorge Valdano. Y aunque parezca mentira, Maradona también tiene tiempo para verlo. Incluso, luego en el vestuario le pidió disculpas por no haber encontrado espacio para dársela, y le comentó que durante
toda la apilada buscó la forma de entregarle el balón, pero que no pudo porque los ingleses no lo dejaron.
Y el árbitro tunecino Ali Bennaceur también será testigo de la carrera, porque esta vez quiere garantizarse de que el gol es lícito y de que no habrá reclamos de los británicos, como ocurrió poco más de cuatro minutos antes, cuando el puño izquierdo de Maradona, o La Mano de Dios, empujó a la red la pelota y decretó el 1 a 0 para los argentinos.
El tiempo, irremediablemente, pasará. Diego superará a Fenwick casi llevándoselo puesto con su envión y un salto, con su amague dejará sentado en el césped del estadio Azteca a Peter Shilton y con su zurda definirá con suavidad frente al arco vacío, pese al insistente Butcher, que hará un último intento por evitar lo inevitable.
En las semifinales, le hará dos goles más a Bélgica, y el segundo será otro de los mejores de la historia.
Y justo una semana después, el 10 conducirá a la Argentina a su segunda copa del mundo, al derrotar
a Alemania por 3 a 2.
Pero por ahora Diego Armando Maradona respira hondo y tiene la pelota dominada. Sabe que está
construyendo una obra de arte. Y cuando los genios trabajan, es mejor dejarlos tranquilos.
- Este texto forma parte del libro 50 Grandes Momentos de los Mundiales, publicado por Ediciones Al Arco en 2014 y repartido por el Ministerio de Educación de la Nación, de manera gratuita, en todas las escuelas públicas de la Argentina.El libro se puede leer en este mismo sitio, o descargar en pdf, Todos los derechos reservados.