#WeRunBue 21K 2015: segundas partes siempre fueron buenas
Hace exactamente un año completaba mi primera, y hasta ayer única, media maratón. Por cuestiones que no vale la pena detallar, no corrí otra vez esta maravillosa distancia, que exige más que los 10K, pero que no requiere una preparación tan excesiva como intuyo que es la de la maratón.
No puedo creer que hayamos sido más de 10.000 los corredores que nos animamos a los 21K. Confieso otra cosa: jamás salí tan atrás en una carrera. Desde donde estaba no se veía el reloj, ni escuché la cuenta regresiva, siempre tan motivadora.
Pasé la línea de largada a los 6 minutos, tan de noche como en 2014, pero con un clima sensacional: unos 10 grados (contra el 1º del año pasado).
Decidí correr con música, algo que no había hecho antes. Durante todo el trayecto me acompañó Soda Stereo, mi banda favorita, y su bestial «Me verás volver». Crucé la cancha de River al ritmo de «Picnic en el 4º B» (ida) y «Persiana Americana» (vuelta), la puerta de mi querido club Ciudad con «Final Caja Negra», Lugones con «Signos» y crucé la línea de llegada con un tiempo de 2h14m y «Prófugos» de fondo.
Largué junto a Felicitas Castrillón, que ayer completó su primera media maratón, y dos colegas que quiero y admiro: Juan Butvilofsky y Diego Della Sala. Lloré de risa con ellos mientras esperábamos para largar. Gracias por eso. Fue la mejor manera de arrancar el Día del Periodista.
Pese al desgaste, la carrera organizada por Nike fue un verdadero disfrute. De punta a punta. Ni siquiera un principio de calambre en el último kilómetro opacaron mi felicidad. Y eso es algo que sentí en cada uno de los corredores: TODOS disfrutaron la prueba. Y eso es lo que vale.
No tengo dudas de que debería entrenarme más. No para ser como la gacela José Tucu Costa, que clavó 1h21m, pero sí para terminar más entero o incluso para mejorar mis tiempos. Ya habrá tiempo para eso.
Para el final, los agradecimientos: para mi esposa Inés, que en la frase «Cuidate» resume todo su cariño, cuidado e, incluso, preocupación. Para mis hijos, que a mi vuelta me regalaron un abrazo espectacular y se peleaban por colgarse la medalla de finisher. Para Fernando Zanfagnin, que hace dos décadas fue fundamental en mis comienzos en el running. Para Adry Forti, la mejor kinesiólga deportiva que conozco, que dejó en el pasado lesiones recurrentes en mis rodillas.
Seguramente habrá más desafíos en el futuro, pero por ahora sólo es tiempo de disfrutar por el objetivo logrado.
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