¿Está Latinoamérica preparada para recibir un Mundial?
El 11 de julio de 2010, España se consagró campeón mundial en Sudáfrica 2010, tras vencer 1 a 0 a Holanda con un gol agónico de Andrés Iniesta, a cuatro minutos del final del tiempo suplementario. Las imágenes de euforia de los ganadores contrastaron con las de decepción de los perdedores. Sin embargo, no se dio ni un solo hecho de violencia, más allá de que estaba en juego nada menos que la Copa del Mundo, que el partido se definió sobre el epílogo y que durante los 120 minutos de juego hubo varios roces entre los protagonistas.
Casi un año después, el 22 de junio de 2011, la final de la Copa Libertadores que consagró a Santos frente a Peñarol terminó en una batalla campal entre los futbolistas de ambos equipos.
Pocos días antes, el 28 de mayo de ese mismo 2011, Barcelona se quedó con la Champions League luego de dar una exhibición y superar 3 a 1 a Manchester United en Wembley.
La impotencia de Holanda seguramente fue parecida a la de Peñarol y a la del United. Entonces, ante escenarios y definiciones similares (la final del torneo más importante, tanto a nivel selecciones como a nivel clubes), ¿por qué en un contexto la violencia no aparece y en otro sí?
“Pasa mucho por nuestra cultura”, opina el chileno Michael Boys, coordinador general en eventos FIFA, en diálogo con DamePelota. “Hemos sido muy malcriados en ese aspecto, en entender la pasión de una manera que yo creo que no es la correcta, potenciando las rivalidades a nivel clubes y, en el caso de las selecciones, exacerbando los sentimientos nacionalistas”, agrega.
En este contexto, resulta una incógnita saber cómo reaccionarán los espectadores en el Mundial de Brasil, apenas el quinto que se hará en Sudamérica en toda la historia.
“Genera una falta de respeto en las personas que el Gobierno asuma un compromiso y no lo cumpla, mientras que hace un esfuerzo sobrehumano para cumplir los compromisos con la FIFA. Eso causa una gran insatisfacción. Sólo exprimir para que la FIFA se quede con todo y nosotros nos sin nada es injusto y eso no es ‘fair play´»(Gustavo Kuerten, extenista)
Existe otra gran preocupación en suelo verdeamarelo, y se trata de los reclamos sociales que ya se vieron por TV en todo el mundo durante la Copa de las Confederaciones 2013, aprovechando la exposición mediática del evento deportivo. Y lo mismo pasó hace unos días, cuando una huelga de maestros impidió que el micro de la selección brasileña avanzara. Al respecto, Ricardo Trade, CEO del Comité Organizador de la Copa del Mundo minimizó cualquier inconveniente: “En un país futbolero como Brasil, cuando ruede la pelota se terminan todos los líos».
Michael Boys no cree que todo sea tan sencillo, pero va más a fondo en el asunto y de todas maneras es optimista: “El tema social y de cómo la sociedad está migrando hacia una actitud de reclamo por sus derechos es algo que trasciende al fútbol. Hay quejas en distintas partes del mundo, todos los días. Cada reclamo es diferente, pero el fondo es el mismo: exigir derechos. Y en Brasil se tomó el fútbol como una plataforma para darle visibilidad a esos reclamos. Pero eso es algo que no le compete resolver a la FIFA, sino a, en este caso, al gobierno de Brasil, que creo se ha manejado muy bien, escuchando los reclamos y dialogando, pero al mismo tiempo no aceptando el método. Desde FIFA se toman los recaudos correspondientes para que la seguridad de los protagonistas y de los espectadores sea la adecuada.
«El futbol sudamericano todavía es muy virgen a nivel organizativo. Como sociedad tendremos una gran posibilidad con el mundial de Brasil. Es una buena oportunidad para que todo salga bien, y mostrar una imagen diferente» (David Trezeguet, futbolista)
De todas formas, muchas veces se dan contradicciones. “A veces, los estadios cinco estrellas que exige la FIFA son insultantes en cierto contexto social y entonces algunos partidos, como tal vez suceda en Brasil, terminarán jugándose en medio de policías y soldados”, opina el periodista argentino Ezequiel Fernández Moores.
Ante la gran exposición que tendrá la región durante el Mundial, con todo lo bueno y lo malo que eso significa, Boys razona: “Si evaluamos la copa mundial desde la perpectiva del resultado deportivo, el legado no va a existir. Si la vemos por el lado de todo lo que significa tener un mundial en el continente, que nos da la posibilidad de demostrar estar a la altura de organizar grandes eventos deportivos, luego vamos a poder empezar a exigirlos de manera más frecuente. Y esa es la respuesta que debe dar Sudámerica. Aquellos que aprendan más de esta experiencia, y a la vez reaccionen mejor, son los que más van a avanzar en el desarrollo de su deporte.”
«Opino que estamos dejando de aprovechar una oportunidad. Se prometieron una serie de inversiones que no están siendo entregadas. Sólo se entregará el 30%. Siento vergüenza por la población, que esperaba grandes inversiones, ese es el gran legado de la Copa para nosotros. Esperaban mucho y son los más perjudicados por la situación (Ronaldo, miembro del Comité Organizador)
Pero, ¿es posible que los fanáticos de pronto se adapten a las reglas y dejen de lado la violencia? Al fin y al cabo, ¿está preparada Sudamérica para recibir un Mundial?
“Creo que sí está preparada, claro, pero los parámetros seguramente no son los mismos si hablamos de los dos últimos Mundiales, justamente los más cercanos”, considera Fernández Moores. Y amplía: “Me parece que no tiene sentido comparar la organización y la eficacia de Alemania 2006 con la de Sudáfrica 2010. He visto periodistas en Sudáfrica más atentos a la calefacción que al calor popular. Y como a veces no andaba lo primero, el enojo les impedía ver lo segundo.”
Evitar contruir “Elefantes blancos”, el gran desafío
“Los estadios son espacios que cada vez requieren de más dinero para ser mantenidos, y deben ser aprovechados a favor del deporte y del fútbol en su conjunto. No solo cada 15 días un domingo. En el caso de Brasil, puede haber alguna sede más crítica que otra”, analiza Boys. Y finaliza: “Yo creo que depende mucho de cómo se piensa el estadio antes de construirse, no sólo para un evento, sino para un legado. Una vez que se termina todo y el Mundial forma parte del pasado, ¿qué queda? ¿Quiénes serán realmente los usuarios de ese estadio? Ahí está la clave.
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