Portugal y las vuvuzelas
Parece mentira, o quizás no. Estamos de vuelta a las andadas. A pesar del cinismo de los que tienen que vender periódicos y aquellos a los que les va algo en el tema (que si no pasa nada, que dependemos de nosotros mismos, que los que se tienen que preocupar son los chilenos, que si el gol es fuera de juego, que si no pitó un penalti, que no pasa nada por cruzarnos con Brasil… todo demagogia barata), a pesar de todo esto, el país, la nación, la gente está jodida.
Mi madre que es castellana, región germen del estado español desde los reyes católicos, siempre me dijo el refrán ese que “por mal camino no se puede ir a buen pueblo”. Y tiene más razón que un santo: ningún campeón de un mundial de fútbol comenzó perdiendo.
Voy a sacar la bola de adivinador del futuro y me voy a mojar: vamos a ganar a Honduras, la ansiedad nos va a hacer pasarlo mal ante Chile y en nuestro mejor partido, frente a Brasil, nos iremos a casa con ese regusto amargo en la boca, pensando que tenemos la mejor selección de nuestra historia y nos vamos para casa como siempre, después de jugar como nunca.
Ayer, alguno que ya se imaginaba lo que iba a pasar hablaba de jugar con el espíritu y el amor propio de Rafa Nadal. Este sí que era un visionario. Por lo demás, el resto de los españoles estábamos en nuestros hogares o en los bares viendo, con una impotencia tal que no permitía oír ni siquiera las famosas vuvuzelas, como esto se parece más a la Eurocopa de 2004 en Portugal. Si no, al tiempo, pero vaya tela tener que escribir esto de mi selección.